Descubriendo las Reuniones de
la Iglesia Participativa
Por Brian Anderson
(Traducción de Martus-Pistos)
“Un servicio de adoración protestante tradicional en la
actualidad se parece mucho a una actuación proveniente del mundo del
espectáculo. En ambos casos nos encontramos con acomodadores, programas, música,
vestuario, iluminación, coro, escenario, guión, el público y un maestro de
ceremonias.”
(Christian Smith, Ir a la Raíz, Herald Press, p.88.)
La congregación se sienta pasivamente como el público, mientras
que el pastor lleva a cabo su presentación. Cuando se le permite a la
congregación participar en la reunión, esto se limita a cantar al unísono, a
lecturas antifonales, a depositar el dinero en el plato de la ofrenda y a tomar
notas durante el sermón.
Se espera del clero ordenado que lleve a cabo todos los
ministerios importantes. Mientras tanto, el noventa y nueve por ciento del
pueblo de Dios asiste a los cultos de adoración, domingo tras domingo durante
años, sin contribuir en ningún ministerio verdaderamente espiritual al cuerpo
de creyentes reunidos.
¿Quería Dios que su iglesia tomara esta forma? ¿Puede
encontrarse en las páginas de las Escrituras el modelo tradicional de reuniones
de la iglesia? Es mi convicción que nuestra tradición, que supone que los
laicos permanezcan como espectadores mientras que el clero realiza el
"show", no se puede encontrar en las páginas del Nuevo Testamento,
sino que es una grave aberración del modelo de iglesia que se revela en la Palabra
de Dios. Por el contrario, el Nuevo Testamento describe al cuerpo de Cristo
reuniéndose de una manera en la que cada creyente tiene el potencial de
contribuir a la edificación de la congregación de una manera significativa.
Antecedentes históricos de las reuniones de la Iglesia
Para que podamos captar el sabor de las reuniones de la iglesia del
Nuevo Testamento, debemos primero entender la naturaleza de las reuniones de la
sinagoga Judía, ya que proporcionan el contexto histórico necesario. Los
apóstoles de Cristo, que plantaron las primeras iglesias cristianas fueron Judíos
que habían participado en las reuniones de la sinagoga durante toda su vida. Sin
duda alguna, estas reuniones influenciaron la manera en que los primeros cristianos
se reunían.
El culto en la sinagoga permitía una gran libertad y
participación. Philip Schaff ha señalado acertadamente:
"Como no había un sacerdocio fuera de Jerusalén, cualquier Judío
adulto podía llegar a leer las lecciones, presentar la oración y dirigir a la
congregación." (Philip Schaff, Historia de la Iglesia Cristiana,
Hendrickson, 1:459)
De hecho, encontramos a Jesús constantemente enseñando en las
sinagogas en el Sabbath, (Lc 4 :18-30; Mt.4: 23, 13:54 - 58; Mar.1: 21, Jn.18:
20) a pesar de que no era ni un sacerdote levita, ni el principal de la
sinagoga. Por otra parte, aquellos que hablaban en las reuniones de la sinagoga
no eran "preseleccionados" en cuanto a lo que iban a decir. Respecto
a Pablo, inmediatamente después de su conversión, ya predicaba en las sinagogas
que Jesús era el Hijo de Dios a un grupo de Judíos hostiles (Hechos 9:20).
Además, Pablo utilizaba la sinagoga como punto de partida
estratégico en la evangelización de nuevas ciudades a causa de la libertad para
participar. En el Sabbath, cuando iba a entrar en una sinagoga, y cuando las
oportunidades para la enseñanza y la exhortación se presentaban, iba y
predicaba a Jesús como El Cristo. Fue en la sinagoga que Pablo habló de tal
manera que muchos de los residentes de Iconio creyeron (Hechos 14:1), que los
de Berea recibieron la palabra con toda solicitud (Hechos 17:10-12), y donde él
razonaba cada día de reposo en Corinto tratando de persuadir a los Judíos y Griegos
(Hechos 18:4). De hecho, el formato del culto en la sinagoga era tan libre que
incluso a desconocidos se les permitía llevar una palabra de exhortación
(Hechos 13:14-41).
14 Ellos, pasando de Perge, llegaron a Antioquía de Pisidia; y
entraron en la sinagoga un día de reposo y se sentaron. 15 Y después de la
lectura de la ley y de los profetas, los principales de la sinagoga mandaron a
decirles: Varones hermanos, si tenéis alguna palabra de exhortación para el
pueblo, hablad.
El culto en la sinagoga alentaba la participación abierta. No es
una casualidad que las reuniones de los primeros cristianos siguieran el
ejemplo.
Kevin Giles en su libro Patrones de Ministerio Entre los
Primeros Cristianos, escribe perspicazmente sobre la relación entre la sinagoga
y las primeras reuniones de la iglesia en las casas:
En las sinagogas más grandes y más institucionalizadas que
conocemos la función del principal de la sinagoga era presidir los servicios y
fomentar la participación de los presentes. Es probable que esta haya sido la
forma en que los primeros líderes de las casa-iglesias funcionaban. Los
primeros cristianos evitaban el título utilizado por los Judíos (principal de
la sinagoga) y en cambio optaron por el neutro, pero igualmente apropiado
termino, “episkopos” [vigilante, supervisor], sin embargo, continuaron
manteniendo que el deber principal de los que presidían las asambleas era
facilitar una amplia participación y no hacerlo todo ellos mismos. Si es así,
entonces podría ser que, en las nuevas casa-iglesias donde el Espíritu Santo dio
nueva vida y dinamismo, estas personas encontraron que era más lo que limitaba
su participación que lo que la alentaba! (Ken Giles, Patrones de Ministerio
Entre los Primeros Cristianos, Dove Collins, p.37.)
Los dones espirituales en las reuniones de la Iglesia
En un capítulo anterior vimos que el propósito bíblico de que la
iglesia se reúna es el de edificarse unos a otros. Por lo tanto, ¿cómo debemos
lograr esto exactamente? En la mayoría de las iglesias, el pastor lleva casi
toda la responsabilidad de edificar a los santos, porque él es el que habla más
(o incluso, exclusivamente) cuando se reúne la iglesia. De hecho, John Owen,
probablemente el mayor de los teólogos puritanos del siglo XVII, escribió,
"es en este oficio [el del pastor] que Él [Cristo] cargó todo el peso del
orden, regulación y edificación de su iglesia ... " (Énfasis del autor).
Los reformadores del siglo XVI, los puritanos del siglo XVII, así como la
mayoría de los cristianos de los siglos XVII al XX también adoptaron este punto
de vista. Sin embargo, debemos hacer la pregunta: ¿La palabra de Dios establece
este enfoque?
Por el contrario, 1 Corintios 12-14 (la sección más extensa en
el Nuevo Testamento que detalla los principios fundamentales para las reuniones
de la iglesia primitiva) habla mucho acerca del ministerio de la mayoría pero, ¡no
dice nada sobre el ministerio de un solo hombre, cuando la iglesia se reúne!
En 1Corintios 12 nos encontramos con una abundante enseñanza
sobre el ministerio de todos los creyentes.
Por ejemplo, en los versículos 4-5 Pablo dice:
4 Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el
mismo. 5 Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo.
Además, afirma en el versículo 6:
6 Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las
cosas en todos, es el mismo.
En el versículo 7 nos informa:
7 Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para
provecho.
De nuevo en el versículo 11 leemos:
11 Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu,
repartiendo a cada uno en particular como él quiere.
En el versículo 14 Pablo declara enfáticamente que:
14 Además, el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos.
(Por la manera en que muchas iglesias se reúnen, uno habría
pensado que el pasaje diría: "¡el cuerpo no son muchos miembros, sino
uno!")
Además, en los versículos 15-25 el apóstol pasa a explicar que
cada persona tiene una función vital dentro de la iglesia. Todos los miembros
son necesarios, ninguno es insignificante. A la luz de esta enseñanza bíblica,
¿cómo podemos justificar la idea de que cuando nos reunimos, sólo el pastor
puede usar sus dones, mientras que el resto del cuerpo permanece casi
completamente pasivo y silencioso?
En 1 Corintios 14, la misma verdad emerge. En el versículo 1
Pablo exhorta a toda la iglesia con seriedad a procurar los dones espirituales,
pero sobre todo el don de profecía, porque el que profetiza edifica a la
iglesia (vs.5). En el versículo 26 describe la reunión de la iglesia como una
en la que cada cual aporte salmos, enseñanzas, revelaciones, lenguas o
interpretación de lenguas. Por lo menos, este pasaje indica que cuando la
iglesia primitiva se reunía, todos los creyentes tenían la oportunidad de
contribuir a la edificación de todo el cuerpo.
Algunos estudiosos de la Biblia creen que en este versículo
Pablo está reprendiendo la forma participativa en la que los Corintios
celebraron sus reuniones de iglesia. Pero, por el contrario, Pablo no manda que
los Corintios dejen de reunirse de una manera participativa. Sino que, en los versículos
27-31 da las pautas para que las reuniones, a pesar del orden establecido, ¡aún
requieran la participación de muchos! La única declaración correctiva de Pablo está
en el versículo 26: "Que todo se haga para edificación." En otras
palabras, cada vez que alguien en la iglesia contribuye, debe hacerlo con la
intención de que su contribución va a edificar a los demás. En el versículo 27
Pablo permite que dos o tres personas lleven un mensaje en lenguas, siempre y
cuando estos mensajes se interpreten. En el versículo 29 se informa a la
iglesia que se debe "dejar que dos o tres profetas hablen, y los demás
juzguen." En el versículo 31 Pablo nos enseña: "Porque todos podéis
profetizar uno por uno, para que todos aprendan y todos sean exhortados."
En vista de esto, y el hecho de que Pablo hizo hincapié en la superioridad de
la profecía sobre las lenguas en las reuniones de la iglesia a través de todo
el capítulo, y que no repite "a lo sumo" después de "dos o tres
profetas hablen", como lo hace en el caso de las lenguas (vs. 27), la
referencia de Pablo a que dos o tres profetas hablen probablemente se debe
entender como dos o tres como mínimo. Su enseñanza en 1 Corintios 14 describe
una reunión de la iglesia en la que todos tienen la oportunidad de participar,
ya sea a través de una canción, una enseñanza, o algún don espiritual.
Esta práctica puede parecer imposible a la luz del hecho de que
muchas iglesias hoy en día tienen entre 200 y 10.000 miembros. En verdad, en
una iglesia de ese tamaño, sería imposible dar una oportunidad en la que todos
podían participar. Debemos recordar, sin embargo, que la iglesia primitiva se
reunía casi exclusivamente en los hogares (Rom 16:5; Col 4:15). En ese
escenario, donde el número de creyentes difícilmente superaba las cuarenta o
cincuenta personas, las palabras del apóstol Pablo son mucho más inteligibles.
Jon Zens ha escrito perspicazmente: "A mí me parece que hemos hecho una
norma para lo cual no hay una orden bíblica (el énfasis en el ministerio de un
hombre), y se han omitido aquello para lo que hay un amplio apoyo bíblico (el
énfasis entre uno al otro) ". (Jon Zens, Revista Reforma Bautista,
"La Edificación del Cuerpo: Un Hombre u Otro". Vol.10, No.2, p.117)
William Barclay, aunque poco fiable como teólogo, ha escrito con
perspicacia sobre el espíritu de una reunión de la iglesia como se muestra en 1
Corintios 14:
“No hay una sección más interesante de toda la primera carta a
los Corintios que esta, ya que arroja un torrente de luz sobre lo que era un
servicio de la iglesia primitiva. Obviamente, hubo una gran libertad y una
informalidad sobre ello... debe seguir siendo cierto que si un hombre tiene un
mensaje para dar a sus semejantes ninguna regla eclesiástica debe ser capaz de
impedir darla. Es un error pensar que sólo el ministerio profesional siempre
puede traer la verdad de Dios a los hombres. Obviamente, hubo flexibilidad en
cuanto al orden del servicio en la Iglesia primitiva. Todo era lo
suficientemente informal para permitir que cualquier hombre que sentía que
tenía un mensaje para dar pudiera hacerlo. Es muy posible que en la actualidad nos
estemos fijando demasiado en la solemnidad y el programa, y nos estemos
convertido en esclavos del orden del servicio. Lo realmente destacable de los
servicios de la Iglesia primitiva debe haber sido que casi todo el mundo sentía
que tenía el privilegio y la obligación de aportar algo a ella. El hombre no
viene con la única intención de ser un oyente pasivo, sino que viene, no sólo a
recibir, sino a dar.” (William Barclay, Las Cartas a los Corintios, Westminster
Press, p.134-135.)
Muchos cristianos hoy en día ignoran la enseñanza en 1 Corintios
12-14, porque creen que los dones de profecía y lenguas han cesado con el
cierre del canon del Nuevo Testamento. Mientras que existe una gran diversidad
de opiniones en la iglesia de hoy acerca de estos dones, todos los cristianos
creen que el cantar salmos y la enseñanza todavía deben darse en las reuniones
de la iglesia (1Cor.14: 26). Así, aunque una gran parte de la iglesia cree que
las lenguas y la profecía han cesado, aún deben lidiar con el espíritu de
participación en la iglesia primitiva en la que cualquiera podría contribuir
con una canción o una enseñanza, entre otros dones espirituales.
Otros cristianos creen que a pesar de que 1 Corintios 14 sugiere
que la iglesia de Corinto se reunió de manera participativa, no sirve como
modelo para nosotros porque eran espiritualmente inmaduros y, en muchos
aspectos, con necesidad de corrección por parte del apóstol. Sin embargo, cuando
Pablo les escribe, lo primero que hace es describir sus reuniones de iglesia
como: "cada una de ellos con un salmo, una enseñanza, etc.", y luego
pasa a dar la pauta general para todo lo que sucede en sus reuniones: "que
todo se haga para edificación "(1Cor.14: 26).
Si los Corintios estuvieran en un error al realizar sus
reuniones de manera participativa, sin duda Pablo, en esta carta, habría tenido
la oportunidad a enderezar su rumbo. Pero esto es precisamente lo que no hace.
Aunque Pablo establece directrices prudentes para que sus reuniones se llevaran
a cabo de manera adecuada y ordenada (vs. 40), no prohíbe la participación
mutua, sino que la alienta ("dejar que dos o tres profetas hablan",
"dejar que los demás juzguen ", y "todos podéis profetizar uno
por uno ").
Otros señalan que en las posteriores epístolas pastorales de
Pablo, en las que da instrucciones acerca del orden de la iglesia, la enseñanza
sobre la participación abierta es la gran ausente. Debemos recordar, sin
embargo, que Pablo escribe las epístolas pastorales a los representantes
apostólicos (Timoteo y Tito) con respecto a sus responsabilidades específicas hacia
las iglesias que servían. Es de esperar que el énfasis de Pablo en las
epístolas pastorales fuera diferente al de sus cartas para las iglesias. En sus
cartas a las iglesias, Pablo instruye a todo el cuerpo en cuanto a sus responsabilidades
mutuas; en sus cartas a personas concretas (Timoteo y Tito) él los dirige en
cuanto a sus responsabilidades específicas hacia la iglesia. Por lo tanto, no
hay nada en las epístolas pastorales que contradiga el ministerio completo de los
ancianos y el ministerio completo de todo el cuerpo.
Otros sostienen que Pablo dirigía a la iglesia de Corinto a
servirse los unos a los otros porque todavía no tenían ancianos. Dicen que
cuando la iglesia hubo nombrado a los ancianos, las instrucciones de Pablo
sobre el ministerio mutuo del cuerpo en las reuniones de la iglesia se volvieron
obsoletas según los ancianos tomaban sobre sí el deber de edificar a la iglesia.
Esto, sin embargo, es una falacia, la menos convincente de todas. La Escritura
nunca dice que no hubo ancianos en Corinto. Por el contrario, en 1 Corintios
16:15-16, Pablo menciona a la familia de Estéfanas como los que se han dedicado
al ministerio de los santos, y aquellos a los que la iglesia debe someterse.
Aunque estas personas no se identifican específicamente como los ancianos, las
instrucciones de Pablo indican que funcionaban como tales. Además, tenemos
todas las razones para creer que en la iglesia de Corinto había ancianos, ya
que esta era la práctica general de las iglesias que Pablo había plantado
(Hechos 14:23;. Tito 1:5).
Si 1 Corintios fuera el único libro del Nuevo Testamento en el
que a todos los creyentes se les enseñó a utilizar sus dones espirituales para
el beneficio de la totalidad de los creyentes, las objeciones mencionadas
podrían tener más peso. Sin embargo el apóstol Pablo también enseña esta misma
práctica en otras cartas. Por ejemplo, en Efesios 4:15-16 él exhorta:
15 sino que
siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto
es, Cristo,16 de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por
todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de
cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.
En este pasaje, Pablo dirige a toda la iglesia a hablar la
verdad en amor. Además, cada cristiano individual (cada miembro) debe funcionar
correctamente para que todo el cuerpo crezca y se edifique en amor. En otras
palabras, la edificación de todo el cuerpo no es responsabilidad de un solo
hombre o de unos pocos hombres. Más bien, es responsabilidad de todos.
Una vez más, en Romanos 12:3-8, el apóstol aclara
cristalinamente este punto:
3 Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está
entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener,
sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió
a cada uno. 4 Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros,
pero no todos los miembros tienen la misma función, 5 así nosotros, siendo
muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros. 6 De
manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el
de profecía, úsese conforme a la medida de la fe; 7 o si de servicio, en
servir; o el que enseña, en la enseñanza; 8 el que exhorta, en la exhortación;
el que reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace
misericordia, con alegría.
Observe varias cosas acerca de este pasaje.
En primer lugar, Dios asigna a cada cristiano una medida de fe
por la que ejerce uno o más dones espirituales.
En segundo lugar, Dios le da varias funciones diferentes a los
cristianos para realizar dentro del cuerpo.
En tercer lugar, cada cristiano tiene la responsabilidad de ejercer
su don.
En cuarto lugar, los dones que Pablo lista son los que podemos
esperar ver cuando la iglesia se reúne: profecía, servicio, enseñanza,
exhortación, generosidad, guía, misericordia. Por lo tanto, el modelo bíblico
es uniforme, todo el pueblo de Dios tiene el privilegio y la responsabilidad de
emplear sus respectivos dones espirituales con el fin de edificar a la iglesia de
Cristo.
El apóstol Pedro también hace eco de los sentimientos de Pablo
en 1Pe 4:10-11:
10 Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los
otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. 11 Si
alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre
conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por
Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los
siglos. Amén.
Tenga en cuenta que Pedro hace hincapié en que cada creyente
tiene dones, y que debe emplearlos o ponerlos a trabajar. Además, estos dones
se componen de dos tipos básicos: dones para hablar y dones para servir.
Si bien los creyentes pueden y deben servirse unos a otros
durante toda la semana en todo tipo de situaciones, un lugar natural para que
los creyentes pongan a trabajar los dones de hablar y servir es en las
reuniones de la iglesia.
¿Algún destinatario de la carta de Pedro no pensaría de
inmediato en las reuniones de la iglesia como el lugar de partida lógico para
el cumplimiento de este mandamiento? ¿No es natural suponer que los creyentes
deben emplear sus dones cuando se reúnen? ¿No es eso lo que Pablo está instando
en 1 Corintios 14 (especialmente los versículos 26-31)? ¿Hay alguna razón para
suponer que Pedro no está describiendo a la iglesia tal como se reunía según 1
Pedro 4:11-12?
Es poco probable que alguien llegue a la conclusión de que Pedro
quería que sus lectores usaran sus dones espirituales exclusivamente en
momentos diferentes a las reuniones de la iglesia a menos que se tenga un
prejuicio anterior en contra de la participación mutua en reuniones de la
iglesia.
Exhortación mutua en las reuniones de la Iglesia
No es sólo a través del ejercicio de los dones espirituales que
el cuerpo es responsable de edificarse unos a otros cuando se reúnen, sino también
mediante la exhortación y el estímulo mutuo.
En Hebreos 10:23-25, la Biblia declara:
23 Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra
esperanza, porque fiel es el que prometió. 24 Y considerémonos unos a otros
para estimularnos al amor y a las buenas obras; 25 no dejando de congregarnos,
como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis
que aquel día se acerca.
Tenga en cuenta que este texto describe a los santos como
congregados juntos. Pero exactamente, ¿qué se supone que deben hacer los santos
cuando se congregan? El texto no nos deja en duda, todo el cuerpo está para
estimularse al amor y a las buenas obras y para animarse unos a otros. Además,
no se hace mención de que el pastor realice este ministerio estimulante y
alentador. Más bien, la Escritura dice: estimulemos y animemos.
El autor de Hebreos exhorta a todo el cuerpo para asumir estas
funciones. A menudo, estos versos se utilizan para reprender a los feligreses que
se pierden una reunión ocasional. Sin embargo, la intención del pasaje es de
advertir a los cristianos profesantes a no "abandonar" (una palabra
fuerte que significa “desertar de una vez por todas”) las reuniones de los
santos y regresar a la ley del Antiguo Testamento, el sacerdocio y los sacrificios.
Es una lástima que este pasaje se utilice a menudo para
intimidar a miembros de la iglesia y conseguir una asistencia fiel a las
reuniones establecidas (que no es la intención original del pasaje), pero no se
utiliza para orientar sobre el funcionamiento de la iglesia cuando se ha
reunido (que es la intención del pasaje).
El texto vincula claramente la exhortación y aliento mutuo con
la congregación de los santos. Nuestras tradiciones eclesiásticas han mal interpretado
este texto en el sentido de "dejar que el pastor considere cómo él puede
estimular a la iglesia al amor y a las buenas obras y animar al resto del
cuerpo, y tanto más como el pastor ve que aquel día se acerca."
El autor de Hebreos continúa explicando por qué es tan
importante para la iglesia exhortarse y animarse unos a otros cuando se reúnen.
26 Porque si pecáremos voluntariamente después de haber
recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los
pecados, 27 sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que
ha de devorar a los adversarios. (Heb.10: 26-27).
El significado de este pasaje es claro. El fuego del infierno
espera a aquellos que apostatan de la verdad. El estímulo mutuo y la
exhortación son los medios que el pueblo de Dios debe utilizar para evitar la
apostasía. Cuando nos olvidamos de este significado lo hacemos bajo nuestro
propio riesgo.
Una docena de Teologías Sistemáticas se alinean en los estantes
de mi biblioteca personal. He consultado todas y cada una de ellas, y todavía no
encuentro una que mencione la exhortación mutua como el significado primario de
la perseverancia de los santos. A pesar de que la exhortación mutua es el
significado bíblico de la perseverancia, este es algo que la Iglesia ha
descuidado durante demasiado tiempo. Entonces el estímulo mutuo y la exhortación,
según la Palabra de Dios, debe ocupar un lugar central en las actividades de la
iglesia congregada. Ciertamente, cuando un hombre (el pastor) realiza toda la exhortación
y el estímulo, el claro patrón de las reuniones de la iglesia del Nuevo
Testamento ha sido violado.
“Los unos a los otros” en las reuniones de la Iglesia
No sólo vemos las reuniones participativas de la iglesia enfatizando
en la importancia depositada a cada creyente de utilizar su don espiritual y de
exhortarnos unos a otros cuando cundo nos reunimos, sino también, lo
encontramos en los más de cincuenta mandamientos con la implicación de
"unos a otros" en el Nuevo Testamento.
La Escritura ordena a los creyentes a:
Amarnos unos a otros (Juan 13:34-35; 15:12,17; Rom.13: 8;
1Tes.3: 12; 1Tes.4: 9; 2Tes.1: 3; 1Pe.1: 22; 1Pe.4 : 8, 1Jn 3:11; 1Jn 3:23; 1Jn
4:7,11,12; 2 Juan 1:5)
Amaos los unos a otros (Rom.12: 10)
Dar preferencia a los otros (Rom.12: 10)
Ser de un mismo sentir unos con otros (Rom.12: 16; 15:05)
No juzgarnos unos a otros (Rom.14: 13)
Procurar las cosas para la edificación de unos a otros (Rom.14:
19)
Procurar las cosas para la paz con los otros (Rom.14: 19)
Aceptarnos unos a otros (Rom.15: 7)
Exhortándoos unos a otros (Rom.15: 14; Col.3: 16)
Saludaos unos a otros (Rom16:16; 1Cor 16:20; 2Cor 13:12; 1Pe 5:14)
Esperaos unos a otros (1Cor 11:33)
Tener el mismo cuidado unos por otros (1Cor 12:25)
Servirnos unos a otros (Gal 5:13)
No desafiarse unos a otros (Gal 5:26)
No envidiar unos a otros (Gal 5:26)
Mostrar paciencia unos con otros (Ef 4:2)
Ser amables unos con otros (Ef 4:32)
Perdonar a otros (Ef 4:32; Col 3:13)
Hablar el uno al otro (Efe 5:19)
Estar sujetos el uno al otro (Efe 5:21)
Considerar al otro como más importante que uno mismo (Fil 2:3)
No mentir el uno al otro (Col 3:9)
Soportándoos unos a otros (Col 3:13
Enseñan unos a otros (Col 3:16)
Confortándonos unos a otros (1Tes 4:18)
Animarse unos a otros (1Tes 5:11; Heb 3:13; Heb 10:25)
Edificarnos unos a otros (1Tes 5:11)
Vivir en paz unos con otros (1Tes 5:13)
Buscan lo que es bueno para otros (1Tes 5:15)
Estimularnos unos a otros al amor ya las buenas obras (Heb 10:24)
No habla en contra de los otros (Stg 4:11)
No quejarse unos contra otros (Stg 5:9)
Confesar los pecados unos a otros (Stg 5:16)
Ser hospitalarios con los otros (1Pe 4:9)
Emplear su don espiritual al servicio de otros (1Pe 4:10)
Vestir con humildad hacia los demás (1Pe 5:5)
Tenemos comunión unos con otros (1Jn 1:7)
Yo personalmente he contado cincuenta y nueve referencias en el
Nuevo Testamento a las responsabilidades “unos a otros”. La cuestión clave
entonces es: ¿En qué momento debería la iglesia obedecer estas órdenes? Algunos
pueden argumentar que debemos obedecer estas órdenes fuera de las reuniones
regulares de la iglesia. Sin embargo, ¿cómo un cristiano del siglo primero hubo
entendido estas instrucciones? ¿Qué mejor oportunidad se tiene de amar, servir,
amonestar, exhortar, acompañar, aceptar, recibir, abstenerse, edificar,
promover, consolar y enseñar a otros creyentes, que en las reuniones de la
iglesia?
Admito que estas instrucciones “unos a otros” se deben obedecer
durante toda la semana, siempre que los creyentes estén unos con otros. Sin
embargo, la obediencia a ellos, sin duda debe caracterizar las reuniones de la
iglesia, que constituye nuestra principal oportunidad para reunirnos.
Someto a su consideración que, si vamos a obedecer las instrucciones
"unos a otros" del Nuevo Testamento, es importante que la interacción
y la participación abierta caractericen nuestras reuniones. Si el pueblo de
Dios asiste semana tras semana, mes tras mes, año tras año, como mudos
espectadores a las reuniones dominadas por el clero, es poco probable que obedezcan
consistentemente estas instrucciones.
Intercambio mutuo en las reuniones de la Iglesia
El Nuevo Testamento afirma que el intercambio mutuo debe ser
otra actividad importante en nuestras reuniones de la iglesia. En 1 Pedro 3:8,
todos son exhortados a ser comprensivos los unos con los otro. La palabra
griega traducida como "simpatía" significa literalmente "sufrir
o sentir lo mismo que el
otro." (Griego-Inglés de Thayer El nuevo léxico, Hendrickson, p.596)
Entonces no deberían ser ninguna sorpresa las órdenes de Pablo a
los creyentes de "alegrarse con los que están alegres y llorar con los que
lloran" (Rom 12:15) . Además, señala: "si un miembro sufre, todos los
miembros sufren con él, y si un miembro es honrado, todos los miembros con él
se gozan" (1Cor.12: 26).
Para que podamos obedecer a la clara enseñanza de Pablo, debemos
abrir nuestras reuniones para que las personas puedan compartir sus cargas, o
alegrarse juntos en la bendición de Dios. En muchas iglesias, si un hermano llega
a una reunión con una maravillosa bendición de Dios que quiere compartir, tiene
que correr a toda prisa después de la reunión, con el fin de comunicarlo a unas
cinco o seis personas antes de que se vallan a su casa. Del mismo modo, en la
mayoría de las iglesias, si el corazón de alguien se está rompiendo de dolor,
no hay lugar en la reunión para que pueda descargar su corazón y recibir la
oración y el ministerio del cuerpo. ¿Por qué no abrir nuestras reuniones para
que toda la Iglesia puede alegrarse con nosotros en nuestras bendiciones, y
ministrarnos en nuestros sufrimientos? De esta manera, todos pueden ser
alentados por la alegría, y ministrar al sufriente.
Decline histórico de las reuniones de la Iglesia
Como hemos visto, las reuniones de la iglesia del Nuevo
Testamento abundaban en apertura y participación mutua. En este sentido, fueron
muy diferentes nuestras “presentaciones de un solo hombre” de la actualidad.
¿Cómo se han desviado tanto de su camino nuestras iglesias? ¿Qué
sucedió para que la iglesia pasara de una participación abierta a una pasiva expectación?
Poco después de su creación, y al igual que cualquier nuevo
movimiento, la iglesia empezó gradualmente a institucionalizarse. En el siglo
II, debido al temor a la herejía desde dentro y a la persecución desde fuera,
la autoridad del obispo aumentó dramáticamente en la iglesia. (Antes de esto cada
iglesia local era pastoreada por una pluralidad de funcionarios dotados llamados
ancianos (Hech 20:28; 1Pe 5 :1-4). Al mismo tiempo, los obispos comenzaron a
retener una creciente cantidad del ministerio que había pertenecido
anteriormente a todo el cuerpo. Lenta pero firmemente, las reuniones dominadas
por el clero reemplazaron las emocionantes y estimulantes reuniones
participativas de la iglesia del Nuevo Testamento.
El golpe final se produjo a principios del siglo IV, cuando el
emperador Constantino, en el año 313, promulgó el Edicto de Milán, que concedió
a los cristianos la libertad de la persecución por hacer del cristianismo una
religión legal del Estado. Después que Constantino profesara la fe cristiana,
no sólo legalizó el cristianismo, sino que allanó el camino para que se
convirtiera en la religión favorecida de Roma. Durante los años que siguieron,
Constantino ordenó la construcción de que muchos edificios-iglesia a expensas
del erario público, comenzó a pagar sueldos a los obispos y presbíteros de la
mayoría de las congregaciones, y promovió a muchos cristianos a posiciones de
prominencia y prosperidad.
Las reuniones de la iglesia pequeña y sencilla, celebradas en
casas dieron paso a las reuniones grandes y complejas en los "santuarios"
estatales. Oradores destacados predicaban largos y elocuentes sermones tomando
el lugar de los creyentes ordinarios compartiendo sus exhortaciones más profundas.
La participación del cuerpo dio lugar a la elocuencia profesional; y la
espontaneidad dio paso a la estructura rígida. Con el tiempo, la única manera
en que los miembros ordinarios de la iglesia podrían participar en las reuniones
fue cantar juntos y al unísono.
A principios del siglo XVI, Martin Lutero recuperó varias
doctrinas bíblicas clave que sirvieron de punta de lanza a la Reforma
Protestante. Una de ellas fue el "sacerdocio de todos los creyentes".
Lutero sostuvo esta doctrina, pero principalmente en un sentido privado, en
lugar de hacerlo en el cuerpo colectivo de Cristo. Durante siglos la Iglesia
Católica Romana había enseñado que el pueblo de Dios era dependiente del clero
oficialmente separado (los sacerdotes) a fin de recibir la gracia de Dios.
Lutero, en cambio, enseñó que cada creyente puede ir directamente a Dios a
través de Cristo para recibir la gracia de Dios por sí mismo. A este respecto,
todos los creyentes tuvieron acceso inmediato a Dios mediante el Espíritu, y todos
vinieron a ser sacerdotes. Lutero y los otros reformadores, sin embargo, no
aplicaron la doctrina del “sacerdocio de todos los creyentes” en las reuniones
de la iglesia local. Se reemplazó el altar de la comunión por el púlpito, y el
sacerdote por el pastor, pero el dominio del clero y la pasividad de los
miembros continuaron dominando las reuniones de la iglesia.
Tal sigue siendo el caso en la mayoría de las iglesias
protestantes en la actualidad.
Nuestro viaje por la implementación de las reuniones participativas
Cuando llegué a “Milpitas Bible Fellowship” en 1990, nuestras
reuniones eran bastante típicas de la mayoría de las otras iglesias. Después de
treinta a cuarenta minutos de culto, yo daba los anuncios, predicaba mi sermón,
y pronunciaba la bendición final. Experimentábamos muy poca o ninguna
interacción real y muy poco o nada del ministerio mutuo del cuerpo durante
nuestras reuniones. Toda la iglesia me miraba como su fuente de edificación.
Cuando Dios comenzó a abrir mis ojos a la importancia de las
reuniones de la iglesia participativa, mi primera reacción fue de temor. Yo
estaba aterrorizado por lo que podría suceder si de verdad abría las reuniones para
todo el pueblo de Dios ministrara. Temí que nuestras reuniones se convirtieran
en un caos si le daba a todos la oportunidad de hablar. Luché con estas ideas
durante algún tiempo hasta que la fuerza de la convicción superó mis miedos.
En el verano de 1996, se comenzó a implementar estas ideas.
Nuestro primer paso fue la apertura de varias casas durante la semana para las
reuniones de "casa-iglesia". Estas "iglesias domésticas",
funcionaban como reuniones de pequeños grupos de creyentes, donde cada uno
podía aprender a interactuar, orar, alentar, exhortar y ministrarse los unos a los
otros. Casi todo el mundo estaba entusiasmado con estos encuentros en casa,
aunque al principio estábamos un poco inseguro de cómo funcionaríamos en ellos.
Después de unos meses, mientras nos sentíamos más cómodos con
estas reuniones informales en los hogares, se comenzó a introducir una mayor
participación de las personas en las reuniones dominicales. Le informé a la
congregación que cualquiera podía participar en lectura de la Biblia, orar
durante una pausa en nuestros cantos de alabanzas, o comenzar una canción que
estuviera en su corazón. Bajé el púlpito desde la plataforma hasta el nivel más
bajo para poder estar más cerca de la gente, fomentando así la interacción
mutua.
Hemos reorganizado las sillas en semicírculos concéntricos para
que podamos mirarnos a la cara cuando se habla, en vez de mirar la parte
posterior de la cabeza de alguien. Hemos comprado un micrófono inalámbrico para
llevarlo por todas partes a aquellos que desean compartir lo que Dios ha hecho
en sus vidas o para animarlos a declarar lo que Dios les había estado enseñando
en Su Palabra. A veces estas sesiones incluyen exhortaciones, amonestaciones,
enseñanzas, o el compartir las bendiciones o las cargas.
En una ocasión una mujer reveló que había sido recientemente
diagnosticados con cáncer. Esto permitió a toda la iglesia la oportunidad de
expresar tangiblemente su amor y compromiso al reunirse alrededor, poniendo las
manos sobre ella, y orar. Estos cambios se sentían un poco incómodo al
principio. No teníamos ningún modelo anterior para guiarnos, por lo tanto, nos
sentíamos algo incómodos con todo ello. Sin embargo, en poco tiempo, muchos
comenzaron a contribuir con algunas ideas muy edificantes y exhortaciones.
Además empezamos a abrir nuestras reuniones inmediatamente
después del sermón para preguntas, comentarios, e ideas de los demás.
Yo estaba muy indeciso acerca de este nuevo movimiento, por
temor a que la pureza doctrinal se pudiera perder si a todo el mundo se le
permitía hacer comentarios de las Escrituras. Pero por el contrario, este aspecto
nuevo en nuestras reuniones fue especialmente enriquecedor. A menudo, alguien traía
una idea que se me había perdido en mi preparación del sermón y que abría el
texto de una manera importante. En otras ocasiones, las personas compartían
ideas en cuanto a la forma en que podrían aplicar personalmente el texto bajo
consideración. En otras ocasiones, alguien hacía una pregunta que muchos otros
tenían en su mente, pero no se atrevían a hablar.
En lugar de producir confusión doctrinal, me encontré con que
las preguntas y comentarios me permitieron disipar la confusión al abordar los
problemas reales que desconcertaban a la iglesia.
En las raras ocasiones cuando alguien dijo algo anti-bíblico,
fui capaz de volver a enfocar suavemente a la iglesia trayéndola de vuelta a
las Escrituras.
En lugar de producirse el caos, descubrí que se fomentaba la
madurez espiritual, la intimidad y el amor por los hermanos. De hecho, sumando
el tiempo de preguntas y comentarios, la iglesia era fácilmente capaz de
concentrarse en la Palabra de Dios por más de una hora. A menudo, este segmento
resultó ser el más estimulante y útil de toda la reunión.
Mientras que nuestros encuentros anteriores duraban unos noventa
minutos, las nuevas reuniones participativas por lo general tomaban un mínimo
de dos horas en completarse. El consenso de la iglesia, sin embargo, fue que la
calidad de las reuniones bien valía la pena el tiempo adicional que pasamos
juntos. Las nuevas reuniones comenzaron a generar mayor interacción entre las
personas. Muchos comenzaron a salir a comer juntos después de la reunión para
pasar más tiempo. A veces hasta la mitad de la iglesia podría ser vista haciendo
fila en un Taco Bell, Burger King o McDonalds después de una reunión la mañana
del domingo para continuar su conversación de las cosas de Dios.
No puedo exagerar la importancia de crear un ambiente de
libertad para la participación del cuerpo en las reuniones de la iglesia. Cuando
los miembros de la iglesia no hacen más que sentarse, escuchar y tomar notas,
semana tras semana durante años, tienden a estancarse espiritualmente. El
crecimiento espiritual nos obliga a ejercitar nuestros músculos espirituales y
aplicar las verdades que se están aprendiendo.
¿De qué sirve a nuestro pueblo el saber que Dios quiere usar sus
dones espirituales, exhortarnos unos a otros, llevar las cargas de los otros, y
regocijarse con los que se alegran si no se provee para que lo hagan cuando la
iglesia se reúne?
Hemos estado involucrados en reuniones participativas desde hace
casi dos años. Yo sabía que me volvería a encontrar el modelo tradicional,
sofocante y poco satisfactorio. Pero Dios ha demostrado una y otra vez que en
la medida en que avanzamos en aplicar con obediencia los patrones que vemos en
Su Palabra, es seguro que Su bendición nos seguirá.
Conclusión
En la mayoría de las iglesias de hoy en día las reuniones
se parecen más a una actuación profesional que a una reunión de la familia Dios
bajo el señorío de Cristo y para edificación mutua. Es hora de que la iglesia
de Jesucristo vuelva a sus raíces en el Nuevo Testamento. Uno de los lemas de
los reformadores protestantes fue "siempre reformando".
Un área en la que la iglesia contemporánea necesita con
urgencia la reforma en curso, es la de promover el ministerio mutuo y la participación
de todos en las reuniones.
¿Asumirá usted el reto --en la medida de su influencia--
de buscar la reforma de las prácticas de su iglesia local con el fin de ajustarlas
a la Escritura?